Esta agrupación de la comuna de Conchalí ha logrado consolidarse como un espacio de inclusión de personas con discapacidad cognitiva. Y es que, con recursos del Fondo Descúbreme, impulsa un taller de artesanía para 12 jóvenes con este tipo de discpacidad, yendo mucho más allá: incluye a padres y apoderados.
Para muchos jóvenes con alguna discapacidad cognitiva, luego de los 26 años las puertas se cierran. Ya no hay escuelas que puedan recibirlos y sus actividades sociales y de crecimiento personal se ven notoriamente disminuidas. Este fue el problema que un grupo de padres y docentes decidió combatir desde hace tres años mediante la Agrupación Social Creación.
“Yo pinto, eso es lo que más me gusta hacer. Mi último trabajo fue pintar una cajita”, expresa con dificultad, pero con gran entusiasmo Matías, un joven de 24 años, quien tiene un alto daño motor.
Su mamá, Ingrid Carvajal, es apoderada, una de las fundadoras y presidenta de la agrupación. Ella cuenta que el fin de este proyecto era que “los chiquillos tuvieran un oficio, que no se quedaran después del colegio sentados en la casa viendo televisión. Y que la familia esté integrada, porque la idea es que ellos se sientan apoyados en sus familias y que éstas entiendan la labor que está haciendo y lo importante que es”.
Y la tarea de los papás, mamás o hermanos no es menor. Para participar en el taller protegido de Creación cada joven debe asistir acompañado de un apoderado, quien trabaja junto a él en el desarrollo de los productos y obras de artesanía.
“Más que un grupo de chiquillos con problemas, somos una familia. Esa es la diferencia”, dice Ingrid Carvajal.
Hoy, la realidad de este taller es muy diferente que hace algunos meses. Ganaron el Fondo Descúbreme por un total de $3.037.439, fondo compuesto de donaciones de vueltos de clientes de Unimarc y administrado por la fundación. El capital les sirvió para comprar maquinaria y capacitarse en cómo vender sus creaciones.
“Teníamos herramientas de mano, teníamos serrucho, pero el aporte de la Fundación Descúbreme nos permitió comprar máquinas, que a su vez nos permiten fabricar una mayor cantidad de elementos de artesanía y ser nuestros propios productores. Ya no compramos objetos para decorarlos, sino que los fabricamos nosotros. Además, pasamos por una capacitación en el uso de maquinaria y un curso de ventas y marketing”, cuenta el profesor y fundador de la Agrupación, Patricio Corvalán.
El profesional destaca que siempre están buscando la oportunidad de vender sus productos en ferias de artesanía o eventos comunales, pero integrándolos al mercado como objetos hechos por personas, no discapacitados.
“A nuestros productos no le ponemos un logo que diga ‘Fabricado por niños con discapacidad’, sino que los ponemos a la venta como cualquier otro producto. Pienso que esa es la forma de integrarlos, porque si no igual le estoy dando el rótulo de deficiente mental y la gente va a comprar por pena. Estos jóvenes tienen que hacer un trabajo tan bueno que sea capaz de competir con el producto de cualquier persona”, sentencia Patricio Corvalán.
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“Me gusta participar porque me preparo para ir a trabajar. Pinto, lijo y hago de todo. Todo esto me ayuda a mejorar mi personalidad y a ser más responsable”, confiesa Nancy (29), alumna del taller.
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“Me gusta venir al grupo, me distraigo, converso con las mamás y eso me gusta”, dice Claudia (32), alumna del taller desde hace tres años.