Por Leonardo Farfán*
La inclusión no se logra por decretos ni por leyes; la inclusión se enseña y se aprende en los hogares y en las familias. Ni la mejor de las legislaciones inclusivas sirve si este principio no está enraizado en el corazón de las personas y de la sociedad. Si hoy hablamos de inclusión es porque excluimos.
Yo no podría mentir. Soy un ser humano bendecido y rodeado de buenas personas que siempre me han alentado y me han cuidado. Por muchos años mi condición de Asperger fue desconocida, por lo que no había razones que explicaran mi personalidad diferente. Simplemente crecí como un niño poco sociable, silencioso y de carácter extraño.
Estoy seguro que el amor, cuidado, atención y dedicación de mis padres me permitieron estar bien. A pesar de que pensaba y era diferente, logré protegerme, adaptarme y pasar desapercibido.
Hoy, al analizar el costo emocional y la angustia que viví en esos años, lamento que las cosas no hayan sido de otra manera. Durante muchos años la pena me superaba y yo no podía comprender por qué me sentía tan diferente. Al evaluar esa época creo que la superación vino con el amor de mis seres queridos. Sentirme reafirmado en cada paso y respaldado, incluso en el error, fue clave. Sin lugar a dudas el amor ha sido mi terapia, mi tratamiento, mi medicina. No pretendo sonar romántico pero sentirme amado quitó toda angustia, toda pena, toda descompensación emocional.
Gracias al apoyo que siempre tuve logré adaptarme a un mundo que en ocasiones tiene dificultades para abrir espacios y aceptar la diferencia. No soy pesimista al analizar la realidad chilena y estoy seguro que en nuestro país existe un gran deseo de inclusión y de generar espacios tanto para las personas con capacidades diferentes como para todos los grupos que puedan ser considerados minoritarios. Sin embargo, también creo que las voces que excluyen y discriminan son las más violentas, las que suenan más fuerte y las que tienen mayor eco en nuestra sociedad.
Es importante comprender que el miedo y la ignorancia son las raíces de todo acto de discriminación. Cuando vemos a niños, niñas, jóvenes y adultos que son mirados como seres extraños por parecer, por actuar, por hablar, por no hablar o por expresarse de forma distinta entendemos, que las personas aún no comprenden que vivimos en un mundo diverso y neurodiverso, en que hay muchos tipos de mentes, muchos tipos de expresiones, muchos tipos de seres humanos y que todos tenemos derecho a compartir este espacio, este país, este mundo.
Hay mucho trabajo por hacer. Debemos educar, derribar mitos y acabar con los temores. En este punto quiero ser muy claro: la inclusión no se logra por decretos ni por leyes; la inclusión se enseña y se aprende en los hogares y en las familias. Ni la mejor de las legislaciones inclusivas sirve si este principio no está enraizado en el corazón de las personas y de la sociedad. Si hoy hablamos de inclusión es porque excluimos.
Alguien pesimista dirá que en Chile falta todo para desarrollar una verdad cultura de inclusión pero yo soy realista y, aunque algunos piensen que estoy loco, creo que nos falta muy poco. Solo nos falta atrevernos a creer que todos tenemos un lugar. Redefinir la diversidad, redefinir el ser iguales pero distintos, entender que no tenemos que pensar de igual forma, entender que la felicidad y la realización personal se expresa de muchas maneras.
La inclusión no solo implica dar asistencia a quienes la necesitan, también supone brindar oportunidades para quienes tienen capacidades y habilidades diferentes. Hemos aprendido a limitar por la etiqueta. Yo creo que la etiqueta no es un límite sino que una característica más. Las personas son mucho más que un diagnóstico (autismo, Asperger, disfasia, Down, etc.) y pueden entregar mucho más de lo que creemos.
Es hora de comenzar a aceptar la neurodiversidad y la neurounicidad -mentes diversas y mentes únicas- para así crear una cultura neurodiversa en la que todos tengamos un espacio y un lugar.
*Leonardo Farfán es director y fundador de Amasperger Chile y autor del libro “Confesiones de un caracol”.
Las opiniones expresadas en esta sección buscan ampliar las miradas sobre los temas de inclusión, diversidad funcional y discapacidad cognitiva. Estas opiniones son de responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento de Fundación Descúbreme.