En la región del Bio Bio, un grupo de jóvenes con discapacidad cognitiva se abre paso en el emprendimiento pese a las adversidades sociales y actuales.
La minga es una tradición campesina muy conocida en el sur de nuestro país, que consiste en la colaboración de vecinos y amigos en una tarea conjunta, mismo modo que desarrolló el Centro de Formación Laboral Carrizales para generar una oportunidad laboral real, rentable y de interés para un grupo de jóvenes de entre 17 y 26 años con discapacidad cognitiva.
El microempredimiento colectivo, de producción y venta de alimentos en conserva, encurtidos, fermentados y deshidratados, comenzó hace algunos meses atrás, cuando 16 alumnos de dicho centro comenzaron a capacitarse de manera online (producto de la pandemia) en habilidades blandas para gestionar el emprendimiento, así como también aprender técnicas para elaborar los productos.
Con este radical cambio los profesionales a cargo se dieron cuenta que pese a las dificultades nada limita los aprendizajes. La educación a distancia, que en un comienzo fue una dificultad, finalmente se transformó en una oportunidad que permitió que la asistencia a los talleres fuese incluso mejor que de manera presencial. “A través de los talleres online pudimos involucrar a las familias de nuestros estudiantes, madres, tías e incluso abuela los apoyaron y aprendieron también con nosotros”, comenta Fernanda Arriagada, coordinadora del proyecto que por primera vez se adjudicó un Fondo Descúbreme.
Para ella la ejecución de este, surgió de la necesidad de contar con mayores recursos materiales y humanos para poder diversificar las opciones que se llevaban a cabo en el taller de alimentación que ya existía. “Esto nos permite generar productos que se puedan vender durante todo el año independiente la estación Por eso la idea de generar productos en conserva, encurtidos, deshidratados y fermentados ya que son productos que se elaboran y se pueden conservar hasta por 2 años”, indica Fernanda.
Con la venta de estos productos, se generan ingresos tanto para la Escuela como para los y las estudiantes, además de convertirse en una alternativa laboral concreta para cuando ellos terminen su formación académica, debido a que en la zona no cuentan con muchas oportunidades de empleabilidad ligadas a sus intereses y sus habilidades. “Poder materializar el proyecto ´Manos a la Minga´ fue una experiencia sumamente enriquecedora para toda la comunidad educativa. Significó aprendizajes para el equipo de trabajo, los estudiantes y sus familias”, concluye la coordinadora.
Hoy cuentan con una marca, primer paso de lo que será una futura cooperativa de trabajo en la que prima el cooperativismo. Se valoran los recursos naturales de la localidad de Guarilihue y reivindican las capacidades de jóvenes y adultos con discapacidad, los cuales hoy están creando posibilidades más solidarias y sustentables de organizarse, de ejercer su autonomía y de forjar un trabajo.