Muchos sostienen que estas instituciones -que en Chile superan las 100 mil- tienen grandes ventajas para abordar desafíos sociales que el mismo Estado asume a veces con dificultad. Las organizaciones sociales, entre ellas las de y para personas con discapacidad, ofrecen pasión, creatividad, optimización de recursos, focalización, entre otras cosas, por lo que vale la pena brindarles atención.
Por Hugo Cabrera*
Una de las grandes conquistas de la llamada Modernidad ha sido la noción de “derechos sociales”, mediante la cual el Estado se obliga a garantizar ciertas condiciones para el bienestar de su nación, como la educación, la salud, la vivienda y la seguridad social.
La participación del Estado en estas dimensiones se ha alzado como una de sus principales funciones. Quizás eso ayude a comprender por qué, cuando se habla de educación, salud y vivienda, muchos piensen que son áreas de atención preferente e, incluso, “exclusiva” del Estado.
Pero lo anterior supone desconocer el formidable aporte que, en cada uno de dichos ámbitos –de muchos otros–, hacen las personas, los “ciudadanos de a pie” mediante sus propias organizaciones.
Son varios los cientistas sociales que advierten la creciente importancia del aporte de la llamada “sociedad civil” –las personas agrupadas en asociaciones de distinto tipo– en la solución de los grandes temas de la humanidad y, muy especialmente, en el mejoramiento de la calidad de vida de sectores vulnerables o en exclusión.
Se trata de miles de organizaciones sin fines de lucro –entre fundaciones, corporaciones, agrupaciones vecinales, voluntariados, etc.– que nacen con el decidido ánimo de actuar en frentes donde, a juicio de sus miembros, todavía faltan respuestas efectivas del Estado (dada la omisión del mercado) en áreas que van desde la educación hasta la salud; desde la discapacidad hasta la ecología o desde el manejo de emergencias hasta el cuidado de los animales. Con razón, buena parte de estas agrupaciones han sido concebidas como “asociaciones de interés público”.
Las organizaciones sociales aportan toda la pasión y convicción de sus miembros, la creatividad, la optimización en el uso de recursos, la fina focalización de sus destinatarios, la perseverancia y la autonomía en relación a los grandes poderes, entre otras cosas.
Algunos especialistas incluso piensan que, a lo largo de la historia, estas agrupaciones han sido fundamentales en detectar las necesidades insatisfechas de grupos vulnerables y, tras luchar por satisfacerlas, en hacerlas visibles al Estado para que desarrolle luego acción pública. Un buen ejemplo es el caso de las agrupaciones de y para personas con discapacidad, responsables en Chile de que, años atrás, se colocara en la agenda pública la situación vulnerable de este grupo.
Ahora, dada la incuestionable importancia del aporte de estas organizaciones es esencial que se les ofrezcan condiciones para que se fortalezcan, crezcan e innoven. Es crucial que reciban apoyos en su profesionalización (mediante capacitación y becas para sus miembros), en acceso a recursos (a través de leyes que favorezcan las donaciones, por ejemplo) y en participación en la toma de decisiones públicas sectoriales, entre muchas otras cosas.
Los actores llamados a brindar este apoyo y reconocimiento son el mismo Estado, pero también las empresas, los medios de comunicación, la academia y, desde luego, la propia ciudadanía.
Desde su génesis, Fundación Descúbreme ha estado consiente del rol fundamental de la sociedad civil en el mejoramiento de la calidad de vida de las personas con discapacidad cognitiva, y es por ello que -con el especial apoyo de Unimarc, sus colaboradores y clientes- mantiene un fondo concursable que facilita el acceso a recursos para organizaciones sociales. En casi tres años de actividad la fundación ha podido verificar la magnífica acción trasformadora de este tipo de asociaciones.
El Fondo Descúbreme, que es mucho más que una mera fuente de recursos económicos, está favoreciendo una lógica colaborativa y de vinculación directa entre diversos actores: empresa, personas, institucionalidad pública, organizaciones sociales, entre otros.
Pero pese a la existencia de este y otros apoyos, Chile puede dar mucho más a las agrupaciones de la sociedad civil. Probablemente, el primer paso sea tomar conciencia de su activa y vigorosa existencia, que va mucho más allá que de ser un pequeño complemento a la acción social de otros actores.
*Hugo Cabrera Jefe de Proyectos Fundación Descúbreme