Hoy nadie discute la igualdad y los derechos de todos los ciudadanos pero la realidad, muchas veces, es distinta. Las personas con discapacidad son ciudadanos, pero como sociedad seguimos teniendo una deuda pendiente con su real inclusión.
Estos últimos meses, he tenido ocasión de conocer, compartir y trabajar con algunas de las entidades sociales chilenas más comprometidas con la discapacidad. En febrero, Fundación Descúbreme nos visitó en Barcelona, en el marco de una agenda centrada en la inclusión laboral y modelos de intervención. Luego, en marzo, viajé a Santiago y descubrí la distintiva capacidad de la Fundación como dinamizadora y prescriptora de la red chilena público-privada al servicio de la discapacidad. Finalmente, en mayo, participé en una misión a Chile del Tercer Sector, muy bien organizada por ACCIÓ, la oficina para la internacionalización empresarial del gobierno de Cataluña, junto a SUARA (cooperativa ya asentada en Chile), ABD, Ampans y el Consorcio SSC.
Así, he tenido el privilegio de profundizar y comparar la experiencia y los conocimientos acumulados por diferentes equipos con los cuales hemos interactuado y generado un proceso de aprendizaje conjunto. Coincidimos en qué tenemos, hemos tenido o tendremos los mismos problemas, pero que también juntos contamos con todas las soluciones…y la necesidad de cooperar.
Los enfoques, los paradigmas, los objetivos y los debates son coincidentes, incluso en sus dilemas. Hoy nadie discute la igualdad y los derechos de todos los ciudadanos, pero la realidad es distinta. Las personas con discapacidad son ciudadanos y, sin embargo, no lo parecen. En Chile, menos, lugar donde aún es poco común verlos ocupando los mismos espacios que sus conciudadanos. Ni en el trabajo, que es la máxima de la inclusión social.
Mercado, sociedad civil y política son 3 variables que determinan el potencial de desarrollo (también social) de un país. Chile es la economía emergente más moderna y abierta de Sudamérica. En cambio, no se identifica claramente una sociedad civil reconocida organizada y fuerte ni una economía social y cooperativa robusta.
Por último, Chile está focalizado en la revisión de sus sistemas educativo, sanitario y laboral y, a pesar de su adhesión a la Convención de la ONU (2006), según el propio Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, no ha progresado en su aplicación. Chile es, todavía, un país sin inclusión y poco equitativo.
A partir de ello, podría establecer un paralelismo con la España de los 80, la época de nuestra modernización y apertura económica y la del primer salto cualitativo de la discapacidad (LISMI/1982, Ley de Integración Social del Minusválido, ya anacrónica, pero aún no del todo desplegada). Entonces, las regiones más dinámicas protagonizaron un cambio fabuloso (para las personas con discapacidad intelectual y sus familias, en especial). En Cataluña la LISMI ha tenido una de sus mejores concreciones. Con rigor podemos hablar del modelo catalán de integración socio-laboral de las personas con discapacidad intelectual. El censo oficial es de 45.000 personas con discapacidad (0,06% del total) y 32.000 de ellas forman parte de las 300 asociaciones federadas en DINCAT (Discapacidad Intelectual Cataluña). Entre todos hemos construido la mayor y mejor parte de la red de servicios a las personas con discapacidad. Somos, política y socialmente, incidentes. Sólo así se entienden los 11.000 trabajadores en Centros Especiales de Empleo (70-90% con discapacidad) y los centenares de incorporaciones/año a la empresa ordinaria. O que 4.000 deportistas con discapacidad estén federados (9%, similar a la media) y que los hábitos saludables y los “índices de felicidad” crezcan tanto como la esperanza de vida (a pesar de los recortes y la inequidad de las crisis).
Soy militante de la discapacidad y del cooperativismo. Mi hermano Joan, con discapacidad intelectual y 65 años, acaba de jubilarse. Al finalizar la escuela (1965), España era un país pobre y subdesarrollado, sin políticas sociales dignas de ese nombre. Con 7 familias creamos un primer “taller escuela” (porqué a trabajar se aprende trabajando) y 51 años después, somos más de 1.000 personas, ofrecemos empleo (800) y servicios de apoyo a la vida autónoma, ocio y deporte, viviendas con apoyo, formación, atención diurna, protección legal y tutela…
Nuestra misión (la calidad de vida) y nuestra visión (una sociedad inclusiva) es coincidente con las entidades que visité en Chile: COANIL (amplio historial e impacto social), UNAMKELÉN (capacidad emprendedora y educativa), ANADIME (habilidades y valores para la vida adulta), COOCENDE (experiencia y resiliencia cooperativa), Fundación Cerro Navia Joven (empleo y compromiso con los más desfavorecidos), DONNEBAUM (orientación inclusiva y fortaleza empresarial) y Fundación Descúbreme (dinamizadora y prescriptora de la red chilena público-privada al servicio de la discapacidad). Nos gustaría compartir un proyecto con todos ellos. En eso estamos.
Hay muchas más entidades y, seguro, más fortalezas. Siendo así, sorprende el escaso balance de colaboración y trabajo colectivo, el bajo conocimiento de las redes existentes y entidades de segundo grado. Las organizaciones chilenas de la discapacidad deberían sumar fortalezas, construir una red fuerte y decisiva en el debate del Chile inclusivo, que ya se ha iniciado. Cooperar será necesario para que Chile, ese gran país lleno de oportunidades, cambie y pueda, incluso, liderar una Latinoamérica más inclusiva, como muchos imaginamos.
Francesc Martínez de Foix Llorens
Director General
Grupo Cooperativo TEB
Barcelona (Cataluña)
España
Las opiniones expresadas en esta sección buscan ampliar las miradas sobre los temas de inclusión, diversidad funcional y discapacidad cognitiva. Estas opiniones son de responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento de Fundación Descúbreme.